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Relación entre desarrollo económico y espiritual de la sociedad

Publicado en por isbelg

El desarrollo cultural de una sociedad debe ir aparejado con el económico. El intento de desarrollar la cultura sin tener en cuenta esto es una falacia.

 

En esta especie de neorenacimiento que es la época actual, este humanismo o existencialismo que, aunque muchos refuten, nos viene signado desde la revolución industrial, el posterior despertar económico y, más recientemente, la revolución sexual y las luchas pasadas y presentes por los derechos civiles; en este panorama, el derecho al desarrollo intelectual es otro aspecto tanto o más importante que los anteriores.

 

¿Es el arte necesariamente elitista?

 

Es cierto que el arte, o parte de él, puede llegar a ser elitista. Este carácter elitista o excluyente se debe a que muchas veces el genio creativo tiene un grado de aprehensión y recreación del mundo, estéticamente, muy superior a la media (el arte nacido de la inspiración auténtica, no el creado con un objetivo elitista deliberado).

Sería adecuado, sino beneficioso, que este arte llegara a las masas, contribuyendo a su desarrollo espiritual. Se comprende que el artista no ha de interesarse necesariamente en que su arte sea asumido por la mayoría; él sencillamente crea según su propia necesidad de expresión, pero al menos la sociedad y los que tienen en sus manos (generalmente de modo desacertado) la potestad de promoverlos; dígase críticos, instituciones culturales y otros de índole más dudosa, no deberían obstaculizar su libre desarrollo mediante la censura, la crítica malsana y el escepticismo.

Sólo franqueando estas barreras podría el arte llegar a todos, humanizando al hombre, y elevándolo sobre la historia.

 

Importancia del desarrollo espiritual aparejado al desarrollo tecnológico

 

En relación a lo anterior, el desarrollo humano en el ámbito material debe ir aparejado con un desarrollo espiritual, y no son pocos los que plantean que el progreso, por solo citar un ejemplo, de la ciencia y la técnica, sin un desarrollo paralelo de índole espiritual, ha de llevar de modo inexorable a la especie humana a la extinción.

 

La necesidad de ofertas culturales

 

Paul Valéry, en su ensayo La libertad del espíritu plantea que la vida económica y espiritual presentan la misma relación productor-consumidor. Por tanto, y respetando esta analogía, mientras más productos (artísticos) se oferten de modo asequible, mayores riquezas (espirituales) se tendrán, mientras más inmerso se esté en ese mercado, mayores conocimientos se tendrá como consumidores, mejor se apreciará la buena mercancía, su valor y calidad intrínseca.

 

Necesidad del desarrollo económico para el desarrollo espiritual

 

Este binomio de necesidades materiales–espirituales no solo está aparejado por analogía, sino que también en la vida real son indisolubles. De ello la historia da testimonios irrefutables; pues en toda región en que se ha desarrollado el comercio y la economía, el arte también ha florecido.

Engels dijo, resumiendo un pensamiento de Marx, que el hombre antes de hacer filosofía necesita satisfacer sus necesidades materiales y este planteamiento, además de la tesis marxista de que el modo de producción de una sociedad determina la forma de expresión y el pensamiento de dicha sociedad, también significa, en primer término, que el hombre necesita tener cubiertas sus necesidades materiales primarias, para poder dedicarse a satisfacer sus necesidades espirituales.

 

¿El eterno dilema de la gallina o el huevo?

 

Realmente ninguno de los dos aspectos son prioritarios, sino que ambos transcurren y evolucionan de modo indisoluble, enriqueciéndose mutuamente. La cultura y el conocimiento impulsan la economía y la economía desarrolla la cultura.

 

Consecuencias del desarrollo económico en la cultura

 

 

Una de las consecuencias directas se explicó con anterioridad: las personas, una vez cubiertos sus requerimientos materiales, sienten la necesidad de satisfacer sus carencias espirituales y, además, disponen de tiempo para ello.

La otra consecuencia es que los estados florecientes se sienten seguros o, más exactamente, poderosos. Esto implica que teman menos el abrirse a otras culturas, pues no se sienten amenazados por estas.

El mundo marcha vertiginosamente hacia la globalización, eso es innegable, lo contrario sería negar el desarrollo de la sociedad. Por tanto, a las culturas autóctonas no han de pretenderse encerrarlas en una urna de cristal o elevarlas a un altar como divinidades perfectas y eternas. La cultura es un fenómeno en constante desarrollo, por tanto la palabra correcta ha de ser evolucionar y para ello debe abrirse a otras fuentes, beber de ellas, dar de sí lo realmente auténtico, y lo que no lo es, o ya no soporta el peso de la historia, sencillamente quedar como recuerdo, como permanecen los dioses griegos y la cultura helénica, tan hermosa en su esencia, pero antigua, palabra cruel e inevitable donde todo perece.

Claro, gran parte del legado de esa cultura permanece; no porque sus antiguos gobernantes pretendieran inculcarla a toda costa, mucho menos preservarla de influencias foráneas y supuestamente nocivas. No, Grecia fue atacada infinidad de veces, por tribus bárbaras (término tendencioso, pero una vez más instituido por los hombres), por el imperio romano, pero muchos aspectos de su cultura, por ser legítimos, han trascendido.

 

La preservación de la cultura puede ser un término tendencioso

 

De ahí que la consigna enarbolada por los Estados más débiles de preservar la cultura nacional sea, en su esencia, malsana. No porque carezcan de importancia esas culturas, sino porque la mayoría de las veces a esos estados o, para decirlo de modo exacto, a sus gobernantes, no les interesa salvar realmente la cultura de la nación, sino preservar su statu quo.

Claro, este intercambio cultural tiene que ir aparejado con una voluntad política de desarrollo, con una apertura de las libertades civiles, para contribuir de este modo al fortalecimiento de todos los oficios y profesiones, para fortalecer la economía y evitar el debilitamiento de sus fuerzas respecto a sus relaciones exteriores. Todo miembro de una sociedad debe ser libre de buscar su bienestar según sus necesidades, siempre y cuando no afecte con ello la libertad ajena, de lo contrario se afectará la actividad general del sistema y con ello su fuerza. 

O sea, dicho de modo categórico: no hay desarrollo cultural si no trae aparejado un desarrollo económico y viceversa, y por ende tampoco será posible la libertad plena de las personas en ausencia de estos.

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