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¿El fin del mundo ha comenzado por Sancti Spíritus? (ser o no ser de las instituciones culturales)

Publicado en por isbelg

Reseña sobre el deterioro del Museo Provincial de Historia Natural y el planetario enclavado en este, ante la indolencia de las autoridades involucradas en el problema.

 

                                                                                   

Mire esta foto.

 

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Es hermosa, parece una pintura de Jackson Pollock.

Mire ahora esta.

 

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Es igualmente hermosa, ¿no es cierto? Ambas tienen una cosa en común. La “Irresponsabilidad”. La segunda es la terriblemente hermosa policromía del petróleo en el agua de un río. La primera, una colonia de hongos en un cartón de bagazo que funge (o, más bien, finge o fungus) como parapeto en una puerta clausurada del Museo Provincial de Historia Natural de Sancti Spíritus. La segunda es resultado de un significativo derrame de petróleo de la refinería “Sergio Soto” que afectó parte del principal sistema hidrográfico de la provincia. Desastre que, hay que reconocerlo, recibió una adecuada y, hasta cierto punto, rápida atención por parte de muchas de las autoridades implicadas o relacionadas con estos temas, entre estos el Ministro de Energía y Minas, el director de la Refinería, el Director General de CUPET, el Director Provincial de Recursos Hidráulicos, la UMA del municipio y otros. Sus acciones palearon, en cierta medida, los efectos nocivos de tal vertimiento, pero lo más importante, creo, es que semejante desastre no vuelva a repetirse. La primera imagen, por su parte, es producto de la humedad existente en el referido museo; humedad que ya ha destruido parte del inmueble y que amenaza con destruirlo totalmente si no se toman a tiempo las medidas pertinentes.

 

Museo de Historia Natural de Sancti Spíritus, historia del inmueble

 

Este inmueble posee gran importancia por disímiles causas, la primera de ellas es su valor patrimonial. Esta edificación, según los historiadores María Antonieta Jiménez Margolles y Javier León Valdés en su libro “Apuntes sobre las construcciones espirituanas”, publicado por Ediciones Luminaria en el año 2009, tiene más de 200 años, ya que fue construida en el año 1812 por Félix del Camino, un relevante personaje de la Villa que era Administrador de las Rentas Reales. En 1965, según el referido libro, esta pasa a ser propiedad estatal y en ella se establecen diferentes instituciones, entre las que se destacan el Archivo Histórico Provincial y, actualmente, el Museo de Historia Natural Juan Cristóbal Gundlach.

 

Planetario y exposiciones del museo

 

Otro de los valores indiscutibles de esta edificación es el valor cultural que posee. En este caso me refiero, evidentemente, a la cultura científica, un tipo de cultura que es, más que relegada, ignorada por la mayoría de los funcionarios de este sector en la provincia. Es por ello que el referido museo siempre ha sido, por llamarlo con una expresión muy común pero ciertamente moderada, la cenicienta de las instituciones culturales. En sus salas se exhiben restos fósiles, muestras de diferentes minerales. También se encuentran expuestos variedad de ejemplares de la flora y la fauna no solo nacionales, sino de otros lugares del mundo. También está enclavado en este sitio el conocido planetario, uno de los tres que actualmente se mantienen prestando servicio en el país, el único fuera de la capital y que fue durante un tiempo (hasta la inauguración del planetario de la Plaza Vieja en La Habana) el único que prestaba servicio a la población. Esta es una verdadera joya completamente ignorada y menospreciada por los responsables de planificar y dirigir la cultura que se ofrece a la población. Al menos la cultura que se oferta institucionalmente, que, por suerte, no es la única, pero sí la mayoría.

 

La cultura científica, importancia y marginación

 

Para gran parte de los funcionarios de cultura en esta provincia ese término solo significa una cosa, “cultura artística”. Y tal vez siquiera eso, pues habría que ver si no es cuanto menos un eufemismo decir que se está trabajando para la cultura de la población cuando la mayoría del presupuesto asignado para ello se invierte, por ejemplo, en contratar grupos de reggaetón y otras propuestas de seudocultura e incultura que solo contribuyen a enajenar a las masas y volverlas cada vez más anodinas e irracionales, mientras que, por solo citar un ejemplo, la Dirección Municipal de Cultura no puede asignar un presupuesto, aquellos míseros 1500 pesos por género, para pagar y, con ello, prestigiar un poco, el ya desacreditado Premio de la Ciudad de Sancti Spíritus.

La cultura no es solamente un par de maracas y un tambor, mucho menos, muchísimo menos, un grupito de adolescentes incitando a la cursilería y/o la necedad. Si el Museo de Historia Natural debe pertenecer a Cultura Municipal y Patrimonio, o si debe pertenecer al CITMA, no lo decide la población, como tampoco la población tiene la culpa de la desidia e insuficiencia de ciertos funcionarios de cultura; por tanto la población no tiene porqué pagar un precio tan alto como lo es la falta de verdaderas ofertas culturales y la masificación de la ignorancia.

Hace dos mil cuatrocientos años Platón, en el libro VII de Las leyes, ya había hablado acerca del analfabetismo científico. Platón dice, refiriéndose a lo que había visto respecto a este tipo de educación en Egipto: Lo que hay que decir que es menester que aprendan los hombres libres en cada materia es todo aquello que aprende en Egipto junto con las letras la innumerable grey de los niños. Y continúa diciendo, respecto a Atenas, la cual era un paradigma en aquella época respecto a la cultura artística, pero no en cuanto a la científica: me quedé muy impresionado, y entonces me pareció que aquello no era cosa humana, sino propia más bien de bestias porcinas, y sentí vergüenza no sólo por mí mismo sino en nombre de los helenos todos. Por su parte, Carl Sagan, el famoso divulgador de las ciencias del pasado siglo XX, nos dice en su libro “El mundo y sus demonios”: No sé hasta qué punto la ignorada de la ciencia y las mate­máticas contribuyó al declive de la antigua Atenas, pero sé que las consecuencias del analfabetismo científico son mucho más peligro­sas en nuestra época que en cualquier otra anterior. Es peligroso y temerario que el ciudadano medio mantenga su ignorancia sobre el calentamiento global, la reducción del ozono, la contaminación del aire, los residuos tóxicos y radiactivos, la lluvia ácida, la erosión del suelo, la deforestación tropical, el crecimiento exponencial de la población. Los trabajos y sueldos dependen de la ciencia y la tec­nología. Unos criterios pueden ser más categóricos que otros al respecto, pero si algo es indudable es que la ignorancia y la incultura en cualquiera de sus facetas significan la muerte de cualquier sociedad.

 

La insostenible justificación del presupuesto

 

Claro, alguien pudiera alegar la siempre “confortable” y “conveniente” justificación de la falta de presupuesto. Este argumento es un arma muy poderosa en manos de la mediocridad y la desidia, sobre todo en estos tiempos de carencias y necesidades en que esta excusa se hace tan verosímil. Bien, analicemos con detenimiento este pretexto.

 

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¿Ven estas fotos de los vitrales del patio del museo, deteriorados y con la ausencia de algunos vidrios? Pues bien, así quedaron después de que se asignara un presupuesto para su restauración y de interminables meses de ¿trabajo? Qué pasó con todo esto. Por qué están los vitrales en peor estado que cuando se comenzó la restauración. Evidentemente no es problema de falta de presupuesto. Otra prueba de ello es que también fueron asignados hace unos meses 3 mil C.U.C. para la reparación del planetario. Según sé, el primer Secretario del Partido en la provincia visitó el museo y se interesó por el planetario. Dijo jocosamente en esa ocasión, según testimonio de muchos, que “apadrinaría” el planetario. Para ello asignó el referido presupuesto; para comprar nuevas lunetas y otras cuestiones relacionadas con el mantenimiento del local. Posteriormente supe que ese dinero no sería empleado en el planetario sino en el acondicionamiento de la sala principal del museo y finalmente que sería empleado en la impresión de gigantografías para colocar en esa sala. He visto las propuestas de imágenes para estas gigantografías. Unas fotografías preciosas de mariposas y otros insectos, delfines, murciélagos (tal vez demasiados murciélagos) y otros animales. Son hermosas las imágenes, no lo niego, pero ante ellas me hice una pregunta. Sí, una pregunta, porque yo tengo unas imágenes que, a diferencia de las de los citados animalitos, no son para nada hermosas, aunque ya sabemos, después de ver las dos imágenes del inicio, que el desastre puede ser terriblemente hermoso. Estas son las imágenes en cuestión:

 

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Después de ver estas imágenes supongo que se estén haciendo la misma pregunta que yo, ¿Cuando gasten esos 3 mil C.U.C. en las gigantografías, dónde van a ponerlas? Porque el museo, todo el mundo lo sabe, está en muy mal estado, y estará en estado crítico y se destruirá completamente si no se toman medidas urgentes. ¿Ven los guantes en el piso, en la última imagen? Son como ciertas instituciones y su funcionarios, son un símbolo de algo, una alegoría; del trabajo tal vez, de la acción. Pero nada más, solo eso, una simple y llana metáfora; sin un cuerpo y, sobre todo, una mente, se vuelven inservibles, inútiles. Ya se sabe que la cuestión no es de presupuesto, sino, sobre todo, de mala administración e incapacidad. Si aún hay duda vean estas imágenes:

 

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Cuánto presupuesto se necesita, pregunto, para recoger estos escombros del derrumbe ocurrido el 5 de junio (día mundial del medio ambiente). ¿Acaso no hay dinero para algo tan elemental como el hecho de recoger todos estos desechos que están deteriorando el piso y las paredes del local, lo cual implicará una inversión infinitamente mayor en el futuro?

Si se han invertido enormes cifras de dinero en la restauración e, incluso, reconstrucción total de parques, paseos, terminales de ómnibus, calles y demás, ¿cómo es posible que no se puedan asignar cifras significativamente inferiores para reparar otras construcciones aún más valiosas en varios sentidos? No es que no sean importantes aquellos, pero estas instituciones tienen bienes que, una vez destruidos, no son recuperables (como ocurrió durante mucho tiempo con el Museo de Arte Colonial en el que se perdieron piezas invaluables).

Soy testigo del agotador e infructífero empeño de los diferentes directores que ha tenido la institución por tratar de mejoras sus condiciones o, al menos, evitar que la devore la indolencia. Excelentes personas y amigos, y mejores profesionales, con verdadero sentido de pertenencia y de amor a la cultura, a su historia y al saber humano. Tengo conocimiento de que la actual directora, Daymí Hernández Duarte, entregó una carta detallando todas las afectaciones de la institución y ha intentado una solución al problema, pero hasta el momento todas sus gestiones han sido desatendidas. Uno de los alegatos que ha recibido es que esta situación no estaba planificada en el presupuesto. Evidentemente, señores funcionarios, esta eventualidad no estaba prevista (a no ser que posean ustedes una bola mágica, un oráculo o algo por el estilo), pero sí deben tener un presupuesto para casos de contingencias y catástrofes.

 

Desidia e ineptitud, las verdaderas causas del problema

  

Un amigo me dijo un día que con el tiempo había aprendido a no culpar a la maledicencia de algo que realmente era culpa de la ineptitud. No sé ni me interesa realmente si lo que está pasando con el Museo de Historia Natural y otras instituciones culturales (como la Casa de Cultura, por ejemplo) es culpa de una u otra, solo me importa su resultado que, a fin de cuentas, es el mismo. Debido a la exposición a la intemperie y a la humedad, se están deteriorando las paredes, los techos y los pisos. Las piezas en exposición y las que están en el almacén están sufriendo daños irreparables. El cóndor, los caimanes y cocodrilos, el majá de Santamaría, lo fósiles de perezosos y muchos otros animales y plantas están en peligro de correr esa suerte. También el planetario, donde niños de varias generaciones se han acercado por primera vez a las maravillas del Universo. Muchos de ellos, entre los que me incluyo, no han podido olvidar nunca más, ya de mayores, la magia de la noche estrella bajo su cúpula, aun guardan ese recuerdo de la infancia como algo muy preciado. En el Museo se unen en perfecta armonía historia y futuro, dos cosas muy importantes para saber quiénes somos. Jostein Gaarder nos dice en “El mundo de Sofía” que uno no debe perder su historia porque: Solo así serás un ser humano. Solo así serás más que un mono desnudo. Solo así evitarás flotar en el vacío. Pero también, para evitar todo esto, es necesario conocer nuestro lugar en el Universo, conocer al menos un poco como funciona este sitio extraño donde vivimos. Por eso no debemos dejar, al menos yo haré todo lo que esté a mi alcance para evitarlo, que la maledicencia, la mediocridad o lo que sea nos lo arrebaten.

 

El planetario, historia y presente

 

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Este planetario fue fabricado en 1961 por la marca alemana Carl Zeiss. Se mantiene funcionando aún debido a la dedicación, inventiva e inversión de varios astrónomos aficionados de la provincia. Uno de los primeros que comenzó a darle mantenimiento fue el ya desaparecido Gabriel Cruz, una de las personas más nobles, inteligentes y desinteresadas que he conocido. El último que se ha hecho cargo de estos mantenimientos es quien les escribe. Gracias a eso aún se mantiene prestando servicio a la población. Mientras que muchos otros en Santiago de Cuba, Santa Clara, Isla de la Juventud, Pinar del Río y La Habana han dejado de funcionar por falta de mantenimiento, piezas, robos, ciclones, porque sus componentes han sido empleados para una discoteca (sus luces combinadas con un buen reggaetón, por ejemplo, son muy afectivas para crear un cromañón) y mucha indiferencia, este ha permanecido cumpliendo sus funciones hasta el momento. Y digo hasta el momento porque su deterioro reciente amenaza con dejarlo totalmente inoperable. He aquí algunas de las imágenes del estado actual del local.

 

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En las fotos se pueden ver fácilmente las manchas de humedad a lo largo de toda la alfombra del recinto. Esta procede de las filtraciones de paredes y techos del inmueble, filtraciones que se han ido extendiendo poco a poco a toda la construcción y amenazan con hacerla colapsar. Recientemente uno de los trabajadores de la institución recibió una descarga eléctrica al tocar el planetario, debido a la humedad acumulada debajo del equipo, donde se encuentra soterrado su sistema eléctrico. También habría que señalar que no murió nadie en el derrumbe ocurrido el pasado 5 de junio porque, milagrosamente, en ese momento justo no había ningún trabajador en el concurrido local, donde radicaba el Departamento Técnico.

 

El big crush de la mediocridad

 

De modo que, estimadísimos funcionarios de todo tipo, organismo, institución, rango y nivel que tienen en sus manos la solución de tan sencillo pero trascendente problema, aún están a tiempo de revertir la catástrofe, los conmino entonces a la sensatez. Eviten que el pequeño cosmos que ha alimentado la fantasía de tantos niños, el casi obsoleto prodigio mecánico que yo, junto a tantos otros hemos preservado sin ninguna otra retribución que el placer del conocimiento y de saber que estamos haciendo algo, al menos un poco, porque el raciocino humano no se vuelva una cualidad tan obsoleta como sus componentes, reitero, eviten que todo esto se venga abajo, se desplome como la gran implosión de la desidia, como el big crush de la mediocridad.

 

Ser o no ser de las instituciones culturales

 

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Viendo los vestigios del desastre, encontré esta calavera en el almacén del museo, amenazada también, como muchas otras muestras, por la destrucción. Inmediatamente pensé, por esas asociaciones inexplicables que hace la mente humana, en Yorick, el bufón del rey, en su blanca calavera observada por Hamlet. Y también pensé, ya sabemos lo incoherente que pueden aparecer a veces las ideas en nuestra mente, en ciertos funcionarios e instituciones culturales. ¡Ay, pobre Yorick!, gritó Hamlet ante la calavera, ante la actual inutilidad del bufón. Y también dijo, príncipe inteligente, sin dudas, Ser o no ser, esa es la cuestión. Si algo es agobiante, provoca la tardanza de la ley, la arrogancia del cargo, y hace que empresas de gran peso y entidad por tal motivo se desvían de su curso y ya no son acción; ¿no sería mejor prescindir de ello? Claro, alguien pudiera alegar que todo esto se mustia con el pálido matiz del pensamiento, que La conciencia nos vuelve unos cobardes. Pero para esto, claro está, se necesita tener primero pensamientos y conciencia.

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